TEOTL

TEOTL

Teotl
I

Necesito tu pulso aquí en mis venas
quiero correr y despegar,
avión en luna nueva,
para pasear por la orilla de tus amaneceres.

Necesito respirar los azahares Dios mortal,
infinito ser vivo,
y contar de nuevo las estrellas;
eran quincemiltrecientastreintaysiete
cuando me despertó Marte,
molesto, hurgando en mis cortinas,
entonces me puse a soñar, Teotl,
y sentí el perdón escurrir por mi ventana
y pude verte pasar, lechuza sigilosa,
cuando encallaba luz en este corazón.

II
Teotl, quiero arrodillarme,
postrarme ante mi ciática
y decirle, muérdeme, anda.

Debo solventar la cuota, culpa que mata.
De rodillas escucharé tu voz,
tu silencio redentor, inquisidor, presente
Diras: Vuelta de página.
Pero yo, alucinado de epopeyas,
adicto compulsivo de la historia
no querré dejar de lado mis caídas,
ni cejaré de honrar mis resbalones.

Teotl, yo también quiero libertad ante tanta inclemencia,
darle vuelta a esa hoja para escribir con otra letra,
con otro idioma, con otra tinta:
aprenderé a caminar y a deletrear tu nombre: Teotl

III
Quienes pregonan las luces de neón como Mesías,
me miran Teotl. No puedo ver,
duermen sin poder soñar,
deambulan muertos, sin luz ni sombra.

Avanzo, sí, pero tropiezo
con muebles, herramientas, escalones.

Voy por el mundo ciego,
no miro la sangre, ni las trincheras,
ni las chozas derribadas
esquirlas de madres muertas.

Detesto las sentencias,
ejecuciones vueltas ojos de niño
inhertes por el hambre.

Como ellos, soy solamente un paria
cargando su bagaje de aforismos.
No puedo ver
me cegaron los destellos de la noche:
las luces sin voz,
silencios que callan:
¡Rolex! ¡Versace! ¡Dom Pérignon!
Tropiezo de nuevo
sin acertar siquiera a vislumbar la sal,
en que se llueve el mundo.
¿Qué color fermenta en mis retinas?
¿Qué sol revienta mis neuronas?
¿Qué voz resuena en mis paredes?
¿Cómo pegar espejos rotos de este llanto quebrantado?

Mientras discurro el hilo de los días,
deambula el viento en mi memoria,
las sombras germinan apatía,
la sola riqueza del mundo es su ceguera.

No es, por cierto, un mal fisiológico
es, un miedo a la verdad, sencillamente,
es vivir encumbrado en la neblina,
asido al espejo de la beatitud,
fragmentado ya en esquirlas de viento,
inacabados suspiros,
citas a las que nunca les alcanzó el tiempo.

La noche se cierne como tinta,
rostro negro, emplazador de espectros,
el cielo sangra acribillado de pájaros.
Pienso en la luz, que se fuga hasta mi infancia,
cuando podía ver las estrellas fugaces,
y los ángeles llegando a mi ventana.

IV
Mañana cumplo años, Teotl

y es tarde para decirlo
ahora que recuerdo que he olvidado.

Respirar es cosa de resucitados…
esos lujos no me los puedo dar,

prefiero robarle al farallón

un enjambre de espejismos,
donde pueda leerse 
el nombre de mi barca,
naufragada en aceite de ricino
en el año mil novecientos cincuenta y cinco.

Perdí mi nave
y mi trompo de madera
y el cobertor de estrellas
y la mirada de esos padres abnegados
y mi pasado, Teotl,
tarde para decirlo cuando el recuerdo se ha olvidado.

Sin embargo
 la arcilla de mis pasos
se distrajo persiguiendo mariposas,
galopando en caballos de cartón,
hasta llegar a la otra orilla
donde me toco y no me creo;
¡ya no peso! Teotl,
floto en el aire.

V

Me hablas como hablaste a mis abuelos,
pero, Teotl,
no sé escucharte;
tendría que despojarme de los años,
recuperar de nuevo tus canciones,
despabilar al ángel que me habita,
deshacerme de ropajes que me ciñen
y cantar de alegría, sin recato.

Mis nietos me invitan a jugar,
desde la nube, en la gruta
y en el clamor del arroyo;
como me lo hiciste tú, desde la voz de mis hermanos,
lúdico concierto, timbre avisador,
armónica imagen con que despertaba la mañana.
Llave.

Quiero escucharte, Teotl,
seguirte, Teotl,
respirarte caricia en el clamor de madrugada,
campana destellante, voz,
sonido que ilumina el atardecer
de la mirada.

VI

Anoche te soñé,
Tu me soñabas,
bajabas por el tracto uterino de la historia
hasta volverte verbo.
Teotl:
aquí estás,
llorando furiosamente,
hermano,
detractor,
asesino,
amante,
padre de mi angustia,
madre de mis carcajadas
Tardaste tanto…
y he aquí que de pronto te acurrucas en mi pecho,
y sólo acierto a levantar las manos
para coger este aire espumoso
lleno de palabras amarillas.

Aquí estás Teotl
subiendo por mis venas,
licuándote en mis axilas
y escurriendo por mi frente,
punteando el ritmo de este reloj de arena,
de este despertador ajustado
para sonar a la hora exacta, en que tú, Teotl
abrirás la puerta de mi jaula.

Y aquí estoy,
desentrañando los sueños enhebrados
en mi código genético
por mi tatarabuela Lucy, la etíope.

¿Sonríes?
acepto tu benevolencia
soy un amateur… lo reconozco,
estoy aquí, simplemente estupefacto.
Miro tu respirar tranquilo,
descubro tu tejido
en mis sollozos,
saboreo tus besos de luz,
tus caricias de madre bienhechora.
Estoy aquí, mirándote como se mira a un hijo,
y siento como hace mucho no sentía,
el cobijo amoroso de mi estirpe.

VII

Estoy cansado, Teotl,
me pesan los suspiros,
me lastiman,
mientras la lluvia escurre su letanía de lágrimas.

Quiero hablar,
decir al menos una palabra,
cualquiera es buena para empezar,
decir desgracia o decir abuso
o decir me muero de soledad.

Tócame, Teotl,
dame tu pulso, cuando muera el día;
dime que esta sangre que gotea en mi sopa,
no es sangre mía,
que ésta epidemia de indolencia,
no infecta mi carne,
ni mi conciencia;
dime, Teotl, dímelo pronto
porque escucho la motosierra del empresario
muy cerca del bosque que canta,
pero también muy cerca de mi garganta.

No es cierto Teotl, no puede ser,
no es cierto, que este llanto que muerde como fiera
es sólo una lluvia pasajera.

VIII
Esta tarde me acerco a tu morada, Teotl,
a pedirte la venia para exhumar al difunto
que ronda en mis adentros.
No me abandones, Teotl,
déjame conocer los sortilegios
inscritos en la ingravidez de mi lógica
quiero soltar amarras
antes de que sea muy tarde,
déjame pisar tu territorio.
Coraje Teotl, lo necesito
¿para que quiero sangre en estas venas
si no hay palabras?

Teotl
desnúdame,
llévame de la mano,
dame tu hiel,
el estupor,
la dicha de asfixiar mis días
en tus colmillos soberanos.

Condúceme despacio
madre prima
ahí donde las lenguas coligen oraciones,
besos dulces,
canciones de cuna
tejidas en la estrellería
de un ayer alucinado.

Abre tu mano,
tu portal,
tu gruta,
tus aljibes prolijos,
tus nudosos brazos,
tómame y volaré,
ceniza,
polvo,
limadura de cántaro;
respiraré tu pulso y bucearé dichoso
en tu silencio sagrado.
Sangrado.
Silencio.

IX

Quiero decirte, Teotl,
que el viernes azul rueda sobre el eje del reloj,
cuando las 8 y cuarto despedazan el silencio;
que arriba la luna está mordida
y por lo mismo sufre,
mientras abajo los lunáticos ensartamos quimeras en el sedal del delirio.
Según la biopsia, mi melancolía es maligna:
requiere cirugía mayor.
Así que, me quedo, Teotl
no ire con los letrados
en el paquebote de las 8 y cuarto.
Fue la falta de oxígeno
lo que llenó de pústulas
mi diario,
y ciertamente mis levitaciones
mermaron sin remedio mi fe:
me intoxicó la tinta, Teotl.

¿Zarpar, levar anclas,
cargando la bitácora de pifias,
y el libro de mis dogmas?
Atardeces impuntual, último tiempo.
Ya no, Teotl…
Ya es tarde.

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