Hay momentos
donde no se puede hacer mutis;
si acaso, enmudecer
y luego,
sólo luego,
sonreír.
Mi Gnomo Egroj me dicta:
abre un boquete en mi cabeza
y dosifica sus letrillas
me dice: dale vuelta a la manija
obedezco y emigro a un mundo despeinado
donde el recuerdo es apenas un rumor
goteando como cuentas de rosario.
Subimos al carajo de la “Santa María”
para gritar: “Tierra a la vista”,
cuando deciden los albatros
indultar al estrago y santiguar el día.
Podemos, sí, ¡podemos! ¿quién lo duda?
rescindir los contratos del pudor
y bucear con delfines tornasol
en el útero intangible del espejo.